Es uno de los lugares más visitados de la villa serrana. Está situado en el barrio del mismo nombre, a cinco cuadras de la iglesia. En el lugar existe un manantial de donde emana un agua a la cual la fe de los devotos de la Virgencita adjudica cualidades milagrosas.
Según los datos, la fe en los poderes milagrosos del agua del Pozo de la Virgen tuvo su auge hacia el año 1950. Anteriormente, hacia 1938, los feligreses se congregaban en una fuente ubicada en la compañía Azcurra, a cuyas aguas también se les adjudican poderes curativos para los males físicos.
En la década de los 50, era un sitio muy desordenado. Solo había una plaza, el pozo no tenía brocales ni verja. Era solo la fuente rodeada de precarias casillas de vendedores de alfarerías y de artículos. Posteriormente, Mons. Ismael Rolón, siendo obispo de la diócesis, mandó construir el brocal y la verja de protección.